Hace unos días me preguntaron por qué no te mandé a la mierda. Por qué no te dejé la cabeza como una puerta giratoria. Por qué salí con vos. Por qué te di la mano después de todo. Respondí que esas cosas no importaban, porque no te podía mirar a los ojos. Y si no te miro a los ojos, entonces no estoy con vos. Le estoy dando la mano, compartiendo parte de mi vida y charlando con alguien sin nombre.
Me volvieron a preguntar por qué quería arreglar las cosas con vos, si era para volver a decirte que te quiero, para darte un abrazo, para pasear de la mano con un nombre, para volverte a mirar a los ojos. Respondí que no. Que una fisura como la que me hiciste no lo perdono. Así es, no lo perdono. Siguieron insistiendo en que explicara mi mecanismo de defensa.
Expliqué, entonces, que quería volver a compartir segundos fijos con vos. Pero que se desgastaban. No eran los mismos, porque era imposible volver a todo eso. Lo qu me da bronca y tristeza. Pero ¿para qué voy a estar mal? Si el daño ya está hecho y no se puede curar, ¿para qué seguir sufriendo sin vos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario