4 ene 2011

Estoy enferma: me descubrí verborrágica. Pero hace mil días que no hablo con nadie. Me descubrí verborrágica en lo escrito. Me descubrí verborrágica en el llanto. Me descubrí y punto. Y a pesar de haberme descubierto no sé quién soy, dónde estoy ni qué hago. Me encontré en un segundo (aunque quizá fuera menos) atrapada dentro mío. Con ganas de salir y de divorciarme de mi espantoso casamiento con el espejo. Queriendo saltar desde mi interior y rasguñar con las zarpas la oscuridad interna. Me descubrí cubierta de un velo irrompible al que otros llaman cuerpo. Esa carne que quema y es insoportable dando alaridos de dolor, con los huesos rígidos que quieren escaparse y destrozar todo. Con los huesos clavados en el alma. Los huesos son mi úica compañía y quiero quebrarlos, quemarlos y regalarlos Quiero escapar de la agonía constante de ser yo. Espero sentada a que alguien venga a reclamarme, pero -lo olvidé porque es fácil hacerlo- recuerdo que nadie nunca lo hizo y nadie nunca lo va a hacer. Olvidé que la soledad es la única que me acompaña. Y olvidé también que así estoy bien. Que si no fuera por ese dolor cerca del corazón, un dolor supranatural, un dolor del alma que no se ubica pero sé dónde está. Un dolor que no es físico. Olvidé que eso es lo que me hace acordar que estoy viva, aunque a veces lo crea.

1 comentario:

  1. Vengo a quejarme porque no puede ser que me sienta tan identificada con lo que escribís, es como si me estuvieras espiando y me describieras.
    Para mí que me estás espiando(?)

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