31 dic 2010

Otro más.

Me fijo en el calendario, para ser exacta. Hace tres días que no duermo. Empecé con los horarios de sueño cambiado. Eran las tres de la mañana y si no había salido, seguía en estado de vigilia. Quería cerrar los ojos, peor o podía. Y mágicamente se hacían las cinco. Intentá dormir con todas las abominaciones esas cantando en la ventana al ritmo del "pío-pío". Y se hacían las seis y media. Las siete. A eso de las ocho con suerte me podía dormir.
Pero hace tres días, miré el reloj, y me decía que eran las nueve y media. Y de las nueve y media a las diez, de las diez a las once, de las once a la una, y así seguía. Empecé a perder noción del tiempo, cuando me aparecieron las ojeras. Me tratan como si estuviera enferma, o muriéndome. Mirá que para que mi papá me de un beso.. ¡está julera' la cosa!
Pero en fin, cada vez que intento cerrar los ojos (cuando el cansancio decide hacerme algún chiste y me da a pensar que esta noche, por fin voy a poder dormir), empiezo a divagar, y todo termina en forma de poema con cuatro o cinco versos. No más. O en algún textito autobiográfico, que después subo al blog con mucha corrección y parsimonia.
Pero no es eso lo que me más me atormenta, es pensar que no me siento capaz de volver a mirarte a ls ojos, de invitarte un café, de abrazarte, de dormir con vos, no me siento capaz de volver a decirte que te quiero. Es que no me siento capaz de quererte como antes. Lo que sí siento, es un desgaste paulatino de ese cariño que sentía inmóvil. Lo siento irse, no escaparse, irse con permiso, con mi autorización. Lo dejo que se vaya. Que se pierda. Que te encuentre y te diga de dónde viene, para que entiendas lo que vos hiciste.

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