Dos horas y tres cafés.
10 feb 2011
Morirse.
Tenía la dulzura de la edad avanzada
y la piel oliva colgando.
Resoplaba sentado en una silla
de caoba.
Rememorando algún tango,
le devolvieron su risa de bandoneón
y algo en sus ojos de avellana
se apagó para siempre.
-Rosario Hollmann.
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